Aruba 1
Prolijidad podría ser la definición que marca la diferencia entre Aruba y los demás lugares del Caribe que conozco. Creo que exceptuando a Gran Cayman no es común encontrar en estas latitudes lugares tan bien conservados, cuidados, decorados. Hay una Aruba que se muestra tal como uno la espera. Es la del folleto, esa que nos da la bienvenida en el aeropuerto, que tiene las calles sin baches, el centro pequeño, lujoso a su manera, destacado con las grandes marcas, el pasto cortado y las veredas prolijas. Los grandes hoteles, las cadenas, los shoppings también pequeños pero contundentes. Los all inclusive, las playas atestadas, los obesos americanos que probablemente vean la isla solo como otro lugar donde comer y tomar sin limite, las palmeras implantadas, los autos de lujo. El mar turquesa, la brisa eterna.
Aruba 2
Desatados de los lazos que ata el turismo de masas uno puede permitirse recorrer esta nueva Aruba. Pequeños negocios, playas mas grandes departamentos cómodos, hoteles pequeños, playas espaciosa, ómnibus públicos, minibuses privados, gente que viene y va. Esta versión de la misma isla esta al alcance de la decisión que pongamos y sin dudas enriquece la experiencia para los que disfrutamos conociendo y viviendo los lugares a los que vamos, no siendo solo espectadores atontados. Para conocer esta Aruba es necesario tomar el ómnibus o el minibús, alquilar un auto y pasear, ir al supermercado, caminar por Eagle Beach, comer en el centro, comprar un helado en cualquier drugstore, pedir pizza en Casa Tua, aprovechar las ofertas de los lunes en Paseo Herencia y sentarse a ver como es el mundo un poco mas allá de acá. El mar turquesa, la brisa eterna.
Aruba 3
Adentro, bien adentro, hay que tomarse la molestia de desafiar el sol y el calor desde un jeep para poder dar una vuelta a la isla. El faro y su restaurante italiano, las piedras una sobre otra, las olas que muestran la otra cara del mar, el puente natural, las casitas abandonadas, las ruinas de la mina de oro que nunca fue, trepar y bajar por las montañas hasta encontrar la piscina natural, bajar entre las piedras, subir y trepar otra vez; zambullirse desde lo alto mientras el mar insiste en golpear el paredón natural que nos protege. El agua transparente, el sol otra vez. La aventura que significa, la que nos gustaría imaginar. Las casas de los lugareños, las calles que apenas se distinguen entre los arboles, los supermercados chinos, la gente que pasea. Los restos de un lugar de vacaciones, baby beach, 1 metro 20 centimetros de agua transparente por los próximos 200 metros de mar, un pequeño arrecife, el sol que se cae, la destilería de petróleo y todo lo fea que puede ser la necesidad. San Nicolas, otro pueblo, la misma gente que no sabe que no quiere saber de la aruba 1 y casi tampoco de la 2. El mar turquesa, la brisa eterna.