Ya me había ido una vez sin hacerlo y me prometí que no pasaría de nuevo. Entonces como hay promesas que uno debe cumplir, especialmente las que se hace a uno mismo me levante a las 6 de la mañana para que vinieran a buscarme y me llevaran al puerto de Mossel Bay. Había regresado a Sudáfrica y tenía que bucear con Tiburones Blancos. No hay muchos lugares del mundo en donde encontrarlos, tan solo dos o tres y Sudáfrica es uno de ellos. Así es que en el puerto, a un par de horas de Ciudad del Cabo esperamos por la partida de nuestro barco. Salimos temprano para encontrarnos con un mar tranquilo, anduvimos en el barco un kilómetro y medio mar adentro, paralelo a la costa hasta que el capitán estimo que estábamos en el sitio correcto y ancló. El mar era de un verde azulado profundo con grandes ondas que no lograban romper sino mucho más allá de donde estábamos nosotros. Nos pusimos los trajes de neoprene (el agua en esta parte del mundo siempre es bastante fría) y, mientras nos vestíamos el resto de la tripulación se dedicaba a poner en el agua la jaula de gruesos barrotes de acero en donde bajaríamos al mar y otros dos se dedicaban a llamar a los tiburones con trozos de pescado, partes de pollo y sangre. El barco era bastante moderno, con buen espacio para las 8 personas que íbamos en el, una gran cubierta que después se revelaría como el mejor lugar para intentar sobreponernos al mareo. Cuando estuvimos listos solo quedo esperar, el tiempo fue pasando y según el capitán siempre es así, muchas veces hasta una hora después de anclar llegan los tiburones a
Cumplí conmigo y mi promesa. Conocí de cerca una criatura fascinante. Que mas puede pedirse? Una segunda vez? Claro…porque no?